martes, 7 de agosto de 2012

07-08-12 Una noche con acento español

Es aquí donde nuestro acento español cobra importancia hasta convertirse en el hilo conductor del resto de la noche.

Escena I:
Acabábamos de dejar a las chicas y payasos de Ny Fennee con sus palitroques y nos hallábamos acodados una vez más a la barra del pabellón gallego. A nuestro lado, una familia francesa (extraña, sin duda, porque en vez de tres niños pequeños tenían sólo una hija y mayor) intenta hacerse explicar en español que querían 2 caldos, 2 raciones de zamburiñas y 2 de empanada.
Aunque se veía que estaban bien alimentados, la petición nos asustó e intercedimos para que no les fuese a dar una indigestión y para que redujesen la comanda a la mitad.

Ello dio pie a una agradable charla con ellos y así descubrir que la gran pasión de su vida era Galicia y, en concreto, Muxía, donde se dejan caer en cuanto tienen ocasión.

Tras la conversación de la noche anterior con el pollo bretón de la Citroen de Vigo empecé a comprender que a muchos bretones se la suda bastante eso de ser franceses.
Frases como "qué gusto oír hablar en gallego" o "yo cuando oigo la Marsellesa directamente apago" dan medida de lo dicho y de lo que queda por decir.



Escena II:
Tras el fiasco del Bagad de Lann Bihoué, no pudimos hacer otra cosa que volver a por el albariño, siempre fiel, que Galicia tenía para nosotros.

Y entonces:
-Qui parle espagnol?????
-Attend, attend, attend, attend, Aysé. Ce mec, il parle espagnol!!.

El mec era yo y la que tenía que acudir a la llamada, Aysé, una chica con un español fantástico y súper gracioso, con un deje ourensán conseguido tras las prácticas veraniegas en el mismísimo Ayuntamiento de Ourense.

Un clon de ella llamado Hélène (o Helenå), tan graciosa como su hermana, pero más dicharachera, a cambio decía que no hablaba ni papa de español a pesar de haberlo estudiado en el cole durante 7 años. Como nosotros, que nos pasamos la vida estudiando inglés para aprender a decir mal Jelou, jelou. Mentira. Lo hablaba. A su modo.

Escena III:
Tras estos dos episodios, aconteció uno tercero en el Fest-Noz diario. Allá que me acerco al Quai de la Marine a ver cómo hacían meñiques los bretones. Algo así, para los que no tengan leído el blog del año anterior:


La cosa es que se me acerca una chica, rubia ella, guapa ella, incauta sin duda ella, hablando con un acento tremendamente divertido fra-mex y me dice (aquí viene lo de incauta) las ganas que tenía de hablar español. En habiendo, como había, montones de españoles por allí, la cosa sorprende.

El caso es que la pobre, Maud de nombre, ingeniera de estudios y encantadora de apelllido, se empeñó en que servidor, nacido con dos piesz izquierdos, me iniciase en el mundo del baile de meñiques. Por supuesto, fracaso total.

La posterior aparición de un Benzema que procuró su atención hizo que nos separáramos, hasta la

Escena IV:
P., que está en todo y que no había perdido hito de cuanto había sucedido en la última hora, consiguió reunir al grupo para hacer pandi (pandilla, grupo, entiéndaseme, que uno se pone a hablar como si tuviera los 15 años de hace 30 años y claro).

En ese grupo heterogéneo, las hermanas Hélène y Aysé, Maud, un tipo que andaba por allí, algún gaiteiro suelto, P. y yo mismo, destacó, por reincidente, una joven francesa que se empeñaba en decir vamos a tronar el cacahuete unas veinte veces por minuto a grito pelado (Mélanie, ahora lo sé). Googleado el término y encontradas sólo 2 referencias, me ahorro dar la explicación correspondiente.

Reunido el grupo, y por esas cosas que tiene el ser personas con don de gentes, nos tropezamos (las 2 de la mañana ya no las daba el campanario) con algunos componentes de los varios grupos gallegos y asturianos que habíamos visto en aquel par de días, más Tati y María, nuestros proveedores sin par del pabellón gallego.

Todos juntos como hermanos rematamos en la carpa asturiana (pabellón sería demasiado generoso). Llega la hora del cierre, pero nuestra gracia gitana induce a los de seguridad a permitirnos seguir por allí un rato y a los camareros, cómo no, a invitarse a una caña. A decir verdad, dadas las temperaturas y nuestra tiritona, igual hubiéramos preferido un caldo.

A la salida, ya sin Maud, pero con Aysé, Helenå y Tronar-el-cacahuete, las fuerzas de seguridad, con su envergadura más que considerable, nos indicaron amablemente que nos fuésemos pirando de la zona del festival si considerábamos que acabar con todos nuestros huesos en su sitio era un buen final para esa noche.

Y ese fue el final. Por este año, Lorient se apaga. Pero volveré, volveremos.

Gracias a todo el pabellón gallego: abur, María e mais Tati, au revoir Gabrièlle (e a Nacho, o xefe)
Graciñas ós xenios, Vaamonde, Lamas & Romero
Tnx to Manx, Barrule
Merci aux bagadou (menos al de Lann Bihoué que ya nos cae mal)
Et au revoir et a bientôt, Aysé, Helenå et Maud, que se fue al sur, donde hace calor.

EL festival se nos acaba, pero el viaje continúa aún un poquito más

 La foto está repetida del blog del año pasado, pero las imágenes serían calcadas...

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